Uruguay no fue de España, fue España, Montevideo era tan España como Toledo o Valencia, al igual que Mérida o Tarragona tampoco fueron de Roma, sino Roma. Nuestra sangre imperativa es generadora.
Llegué hace poco más de una semana a esta tierra latina hermana de Andalucía. Montevideo desde un principio evoca una luz de la primera persona del plural. Apenas llevaba medio paso en el aeropuerto de Carrasco y ya podía palpar la melodía en el aire de la voz de sus gentes. Son vientos propios y un mapa de sugerencias, formas y colores; su tráfico, algunos coches de otra época que aún sobreviven dejando un aroma pasado: Un hombre entre grillos de hojalata, acaso dos toyotas eléctricos y algunas ratas un día jóvenes escarabajos verdes o morados que conquistaron carreteras con un verde fuego en la guantera. El latido y la cadencia de un lugar que se enciende a otro ritmo.
Esta sección que le propuse a nuestro director, cuadros de un poeta en Uruguay, es un collage, imágenes y sentidos que se yuxtaponen como quien hace fotos con palabras, bien salteadas con ironía. La razón prosaica se funde en la poesía, y enredada, puedes subir o bajar como en una escalera. Así, ya en poesía, os traigo este arrebol o puesta de sol con el que empezar este pequeño libreto:
Yo amo las horas sin nombre, el rojizo de los sonidos cuando la tarde deja caer su algoritmo imposible, yo amo todas las dimensiones de una misma sonrisa, es decir: Contemplar el azul y desnudar la danza del fuego.La imagen de las aceras, levantadas y llenas de socavones por las raíces de los árboles:
Muertos con pulso bajo las aceras empujan con aliento de plátano
O alguna idea relevante. Durante una época la literatura rioplatense, a la búsqueda de su propia identidad, practicaba cierto escapismo, la paradoja de tener que escribir en español tratando de negar los vínculos, negando acríticamente la verdad, confundiéndola, idealizando sociedades preestatales o huyendo a otros idiomas, lenguas como el inglés, que irónicamente no diferencian entre ser y estar. De esta manera las vanguardias de principios del siglo XX, en tanto partían del rechazo a la tradición, vinieron como un guante a sus propósitos. Esta idea está presente en versos como:
Cuarta a fondo por el estuario de este mapa eslabonado a golpe de cintura a goles de córner a letras picando en la grieta con una enfermedad de vacío y rechazo, un cóctel de excelentísima vocación negadoraMontevideo semana 13 a 20 de agosto 2021
Es sábado o húmero pero demasiado domingo para escribir sobre pétalos desbocados y tartanas. Demasiado para estos ojos ensangrentados derrapar tus avenidas que son cruces viejas de una misma herida, que son derecha tres y cuidado palomas arden para dos izquierda y hondo se ensancha bulevar Artigas (1).
Demasiada melodía para conquistar una palabra cuando alcanzo solo a rozarte los fonemas, cuando solo puedo sugerir el cliché de la sal de tus pezones y me guiñas pantanosa y alegre colibrí.
Es tan domingo de tubos de escape y versos atorados por tanta miel y tanta sangre de manzano con la potencia de una estatua de caballo eternamente levantado (2) que es normal desfallecer a esta velocidad si apenas he colgado el sombrero. No nos presentaron. Debes de ser Montevideo, lo digo por tu aliño despeinado, tus cejas anchas, tu lengua de almíbar, tu forma de esquivarme mientras respiro el azul días atrás imaginado como azul amante.
Cómo puede tener una hormiga más grados que un tobogán, o eso era la semana pasada cuando el músculo pintaba los ojos como las últimas viejas abonadas a la Iglesia de la Encarnación.
Sol de invierno y carteles de polvo y madera abandonada, muertos con pulso bajo las aceras empujan con aliento de plátano, como una trampa de baldosa y esquinilla los transeúntes calzan plantillas en sus propios ojos. Antiguos pilares de abdominales con la fachada descascarada justo donde hablan dos muertos con pausa y sorbito de plata sobre el tema de dejar el discurso en su más humilde eufonía. Algunas puertas son musculosas y en una bicicleta líquida (3) empuja un corazón de pulso lento y corrosivo.
El ensamblaje está copado de máscaras con un aroma decadente, con una antigüedad obscena aunque no sé si es bondad u hoja de barbero, lápiz o hambre, suerte o ritmo de corriente o hilo continuo a base de interrogación como una onda musical que asciende preguntándose. Que se hiere perforando con agujas las entrañas, un túnel elegantemente tirado y espuela hacia el enésimo desmarque de Alcides Chiggia (4). Eres en un instante una jugada maestra y el drama de los goles anulados: escupes truenos, vacas, y golpeas a los dioses infames si el motivo lo merece.
Semáforos actúan como una antigua dictadura donde un hombre no es más que un hombre de menos. Un hombre entre grillos de hojalata, acaso dos toyotas eléctricos y algunas ratas un día jóvenes escarabajos verdes o morados que conquistaron carreteras con un verde fuego en la guantera, ratas añejas como testimonio de una juventud venida a óxido, carroña puretísima y duende supremo pero corroído: Cuarta a fondo por el estuario de este mapa eslabonado a golpe de cintura a goles de contra a letras picando en la grieta con una enfermedad de vacío y rechazo, un cóctel de excelentísima vocación negadora.
Montevideo no puedes bucear sin aceptar el vínculo con tus escamas transparentes, tú balanceas el universo con esta lengua hipertrofiada y absolutamente tuya, tú que pones en el silbido el nácar y el ácido, siempre encerrada para asesinar en una contra eres una trampa de área, muestras una tienda de espejos para relatar cómo robar una cartera y no sembrar limoneros si no quieres algún día ver crecer antiguas lágrimas.
Subo las escalares no porque seas el ático sino porque estás copada.
La noche acaricia los huesos. Resisten los flores de tilo en la boca de los muchachos sin cesar el patinaje de cilíndrico sonido.
Demasiada melodía para conquistar una palabra cuando alcanzo solo a rozarte los fonemas, cuando solo puedo sugerir el cliché de la sal de tus pezones y me guiñas pantanosa y alegre colibrí.
Es tan domingo de tubos de escape y versos atorados por tanta miel y tanta sangre de manzano con la potencia de una estatua de caballo eternamente levantado (2) que es normal desfallecer a esta velocidad si apenas he colgado el sombrero. No nos presentaron. Debes de ser Montevideo, lo digo por tu aliño despeinado, tus cejas anchas, tu lengua de almíbar, tu forma de esquivarme mientras respiro el azul días atrás imaginado como azul amante.
Cómo puede tener una hormiga más grados que un tobogán, o eso era la semana pasada cuando el músculo pintaba los ojos como las últimas viejas abonadas a la Iglesia de la Encarnación.
Sol de invierno y carteles de polvo y madera abandonada, muertos con pulso bajo las aceras empujan con aliento de plátano, como una trampa de baldosa y esquinilla los transeúntes calzan plantillas en sus propios ojos. Antiguos pilares de abdominales con la fachada descascarada justo donde hablan dos muertos con pausa y sorbito de plata sobre el tema de dejar el discurso en su más humilde eufonía. Algunas puertas son musculosas y en una bicicleta líquida (3) empuja un corazón de pulso lento y corrosivo.
El ensamblaje está copado de máscaras con un aroma decadente, con una antigüedad obscena aunque no sé si es bondad u hoja de barbero, lápiz o hambre, suerte o ritmo de corriente o hilo continuo a base de interrogación como una onda musical que asciende preguntándose. Que se hiere perforando con agujas las entrañas, un túnel elegantemente tirado y espuela hacia el enésimo desmarque de Alcides Chiggia (4). Eres en un instante una jugada maestra y el drama de los goles anulados: escupes truenos, vacas, y golpeas a los dioses infames si el motivo lo merece.
Semáforos actúan como una antigua dictadura donde un hombre no es más que un hombre de menos. Un hombre entre grillos de hojalata, acaso dos toyotas eléctricos y algunas ratas un día jóvenes escarabajos verdes o morados que conquistaron carreteras con un verde fuego en la guantera, ratas añejas como testimonio de una juventud venida a óxido, carroña puretísima y duende supremo pero corroído: Cuarta a fondo por el estuario de este mapa eslabonado a golpe de cintura a goles de contra a letras picando en la grieta con una enfermedad de vacío y rechazo, un cóctel de excelentísima vocación negadora.
Montevideo no puedes bucear sin aceptar el vínculo con tus escamas transparentes, tú balanceas el universo con esta lengua hipertrofiada y absolutamente tuya, tú que pones en el silbido el nácar y el ácido, siempre encerrada para asesinar en una contra eres una trampa de área, muestras una tienda de espejos para relatar cómo robar una cartera y no sembrar limoneros si no quieres algún día ver crecer antiguas lágrimas.
Subo las escalares no porque seas el ático sino porque estás copada.
La noche acaricia los huesos. Resisten los flores de tilo en la boca de los muchachos sin cesar el patinaje de cilíndrico sonido.
Notas del autor
(1) El general Artigas, héroe nacional, fue un personaje decisivo en la Independencia rioplatense.
(2) La imagen hace referencia a la estatua de Artigas.
(3) El verso corresponde a la poeta uruguaya, Edgarda Cadenazzi (1908-1991)
(4) Nombre del futbolista que anotó el famoso gol de la victoria charrúa contra Brasil en la final del mundial de 1950, historia conocida como el “maracanazo”
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