En este mes de mayo, concretamente el pasado viernes, se cumplieron ochenta y cinco años de la primera novia que se casó vestida de blanco en Alhama. La costumbre era ir de negro, casarse por la mañana, hacerlo en la misma casa y, cuando era en la iglesia, ir andando los novios, cuando ésta fue por la tarde y se dieron una serie más de novedades que durante tantos años se recordaron por los muchísimas personas que la presenciaron.
“Abrir a todos lo que guardamos en lo mejor de nuestro corazón, no es más que renovar un viejo e imperecedero amor”
Querida mamá:
Por mayo, cuando el pasado viernes se cumplieron exactamente ochenta y cinco años de aquel día, me reencuentro inmensurablemente con Alhama. Sí, lo he venido haciendo con constancia a lo largo de toda mi vida, pero ese día no recuerdo que se me haya pasado alguna vez desde que partiste aquel día de la feria de Septiembre de 1976. Me sumerjo en tu Alhama y la mía, en la de León Felipe, que desde hace ocho años está ahí con vosotros, la de Juan Manuel, que ve una y otra vez chocar su amor por ella, y la de Félix Luis, que un día de primavera, ha hecho en esta que transcurre nueve lustros, decidió tomar el sendero de la Otra Orilla desde nuestro pueblo mismo. También la de papá, que, no dejando de amar la castellana de su nacimiento, ya que, como tú sabes, tenia ancho corazón, par a su inteligencia, se enamoró de ésta y aquí decidió que transcurriera toda su existencia, abandonándola tan sólo cuando le llegó la hora de tomar el camino que lleva al Más Allá.
Sabes, tú quizás mejor que nadie, que mi amor a nuestra tierra, a nuestra Alhama y a su historia, a sus gentes y a sus cosas, me viene desde mi mismo nacimiento y jamás ha decaído en mí, ni creo que ya decaiga, a pesar de alguna que otra mezquina y trasnochada actitud. Y menciono esto, bien lo entiendes tú, no porque a mí me haya hecho en tantos años, más de cincuenta y tantos, retroceder en mis ilusiones y esperanzas por Alhama, sino porque si lo callo puede parecer que el amor que siento por esta tierra es ciego y este tipo de amor, propio de la niñez y primeros años de la juventud, al menos para mí, no es tal.
Sí, querida mamá, sé que han pasado muchos años, sólo una docena más de los que yo tengo, pero sigo sintiendo profundamente que de todo lo que acontece, cuando tiene transcendencia vivencial y espiritual, queda algo, o quizá mucho más de lo que creemos. Que el recuerdo y el enternecimiento hacen que permanezcan para siempre aquellas cosas y hechos que fueron esenciales en nuestras vidas o de las personas más queridas, como si no dejasen de flotar en el entorno más íntimo de nuestro ser, en el que cada una de nuestras existencias viven y sueñan para sí mismas.
Por mayo, cuando el pasado viernes se cumplieron exactamente ochenta y cinco años de aquel día, me reencuentro inmensurablemente con Alhama. Sí, lo he venido haciendo con constancia a lo largo de toda mi vida, pero ese día no recuerdo que se me haya pasado alguna vez desde que partiste aquel día de la feria de Septiembre de 1976. Me sumerjo en tu Alhama y la mía, en la de León Felipe, que desde hace ocho años está ahí con vosotros, la de Juan Manuel, que ve una y otra vez chocar su amor por ella, y la de Félix Luis, que un día de primavera, ha hecho en esta que transcurre nueve lustros, decidió tomar el sendero de la Otra Orilla desde nuestro pueblo mismo. También la de papá, que, no dejando de amar la castellana de su nacimiento, ya que, como tú sabes, tenia ancho corazón, par a su inteligencia, se enamoró de ésta y aquí decidió que transcurriera toda su existencia, abandonándola tan sólo cuando le llegó la hora de tomar el camino que lleva al Más Allá.
Sabes, tú quizás mejor que nadie, que mi amor a nuestra tierra, a nuestra Alhama y a su historia, a sus gentes y a sus cosas, me viene desde mi mismo nacimiento y jamás ha decaído en mí, ni creo que ya decaiga, a pesar de alguna que otra mezquina y trasnochada actitud. Y menciono esto, bien lo entiendes tú, no porque a mí me haya hecho en tantos años, más de cincuenta y tantos, retroceder en mis ilusiones y esperanzas por Alhama, sino porque si lo callo puede parecer que el amor que siento por esta tierra es ciego y este tipo de amor, propio de la niñez y primeros años de la juventud, al menos para mí, no es tal.
Sí, querida mamá, sé que han pasado muchos años, sólo una docena más de los que yo tengo, pero sigo sintiendo profundamente que de todo lo que acontece, cuando tiene transcendencia vivencial y espiritual, queda algo, o quizá mucho más de lo que creemos. Que el recuerdo y el enternecimiento hacen que permanezcan para siempre aquellas cosas y hechos que fueron esenciales en nuestras vidas o de las personas más queridas, como si no dejasen de flotar en el entorno más íntimo de nuestro ser, en el que cada una de nuestras existencias viven y sueñan para sí mismas.
De ese algo al que hoy me voy a referir, del que puedo volver a hablar una vez más casi como si estuviese viviéndolo yo, cuando aún me faltaban doce años para nacer cuando aconteció, gracias a la mejor de las magias que jamás han existido y existirán, como es la del amor, en esta ocasión, vuelves a ser la irreemplazable protagonista.
María de las Mercedes Maldonado, primera novia de blanco en Alhama |
Desde el mismo sepia de la fotografía que tan celosamente conservamos, más que tu belleza, que todos exaltaron como singular, como yo desde mis primeros años de infancia ya apreciaba, salta, sobre todo, una y mil veces, tu bondad y tu imborrable dulzura, porque, aunque dicen que todo pasa y muere, yo sé , y muy bien, que los sentimientos, los más elevados cariños, la excelsa ternura que como madre se da, queda y se alarga más y más con el transcurrir de los años.
Observa que, con un hondo orgullo, he venido enseñando a lo largo de tantos años, una y cien veces, tu fotografía de novia a todo el que se ha terciado, llevándolo al lugar de preferencia del noble frente de la chimenea del salón que preside tu hermoso cuadro que tan buenos amigos y renombrados artistas me ofrecieron al mes de tu muerte, donde como en un altar de sentimientos y efusivos recuerdos, Mari Carmen -que jamás ha olvidado el cariño que le diste y tan reiteradamente le evidenciaste, especialmente con aquel gesto sublime tuyo hacia ella- y yo os tenemos a cuantos tanto nos quisisteis y os querremos mientras nos quede un hálito de vida.
Con cierta reiteración he solido buscar una excusa para mostrar tu foto, y por aquello de que tanto me atrae la historia de nuestra Alhama y sus curiosidades, aprovecho el hecho de que fuiste la primera novia que fue vestida de blanco en esta tierra alhameña, como siempre se ha afirmado y hasta hace tan sólo unos años, cada vez que estaba en Alhama, me recordaban varias personas cuando hablaban de ti. No es que ello tenga mayor importancia, ya que, en definitiva, con ilusión y, sobre todo, con amor, todas las novias que te precedieron y cuantas te han sucedido y sucederán, iban, van e irán igualmente imbuidas de las más hermosa de las blancuras vayan como vayan vestidas.
Pero es que, así, narrándoles esta curiosidad, tengo la oportunidad de hacerte ver también presente entre los que aprecio y llegan hasta casa, hoy hasta este medio que se proyecta hacia todo el mundo comenzando por los habitantes de nuestra querida Comarca de Alhama. Además ¿Por qué no decirlo? Tú eres testigo de ello, porque, inmediatamente, sin la menor excepción, todos exclaman al contemplarte: “¡Qué guapa!” Y esto, es lo cierto, me encanta y enternece aún más.
Observa que, con un hondo orgullo, he venido enseñando a lo largo de tantos años, una y cien veces, tu fotografía de novia a todo el que se ha terciado, llevándolo al lugar de preferencia del noble frente de la chimenea del salón que preside tu hermoso cuadro que tan buenos amigos y renombrados artistas me ofrecieron al mes de tu muerte, donde como en un altar de sentimientos y efusivos recuerdos, Mari Carmen -que jamás ha olvidado el cariño que le diste y tan reiteradamente le evidenciaste, especialmente con aquel gesto sublime tuyo hacia ella- y yo os tenemos a cuantos tanto nos quisisteis y os querremos mientras nos quede un hálito de vida.
Con cierta reiteración he solido buscar una excusa para mostrar tu foto, y por aquello de que tanto me atrae la historia de nuestra Alhama y sus curiosidades, aprovecho el hecho de que fuiste la primera novia que fue vestida de blanco en esta tierra alhameña, como siempre se ha afirmado y hasta hace tan sólo unos años, cada vez que estaba en Alhama, me recordaban varias personas cuando hablaban de ti. No es que ello tenga mayor importancia, ya que, en definitiva, con ilusión y, sobre todo, con amor, todas las novias que te precedieron y cuantas te han sucedido y sucederán, iban, van e irán igualmente imbuidas de las más hermosa de las blancuras vayan como vayan vestidas.
Pero es que, así, narrándoles esta curiosidad, tengo la oportunidad de hacerte ver también presente entre los que aprecio y llegan hasta casa, hoy hasta este medio que se proyecta hacia todo el mundo comenzando por los habitantes de nuestra querida Comarca de Alhama. Además ¿Por qué no decirlo? Tú eres testigo de ello, porque, inmediatamente, sin la menor excepción, todos exclaman al contemplarte: “¡Qué guapa!” Y esto, es lo cierto, me encanta y enternece aún más.
Inocente García Carrillo, en aquel año de 1936 |
E inmediatamente les cuento, yo todo satisfecho, que vuestra boda fue por la tarde, a las cinco exactamente, lo que ahora serían las siete, lo que no era entonces costumbre, siendo todas las bodas por la mañana; que fuisteis en automóviles, lo que tampoco se hacía entonces, que el novio y madrina, en este caso la coqueta de tía Remedios, la jovencísima hermana menor de papá, llegasteis primero, y tú y con tu padrino, el elegante y caballeroso tío Cristóbal, llegasteis a continuación, y no a la par como era y sigue siendo hoy tradicional en tantos casos.
Acto seguido, entrando ya en mi terreno, en este caso con pleno gozo histórico, les digo que además, originalidades de los sentimientos y gustos de papá, la ceremonia no tuvo lugar en ninguna casa particular, como se solía celebrar más de una ceremonia matrimonial sonada, ni siquiera lo hicisteis en el altar mayor, sino ante el altar de Nuestra Señora de Dona de la Antigua Iglesia Parroquial de la Encarnación. Imagen que se encontraba en la capilla denominado de San Francisco de Paula, desde hacía unos ochenta años la situaron, tras ocupar a lo largo de los siglos otra de la parroquia, hasta su pérdida en los años treinta.
Acto seguido, entrando ya en mi terreno, en este caso con pleno gozo histórico, les digo que además, originalidades de los sentimientos y gustos de papá, la ceremonia no tuvo lugar en ninguna casa particular, como se solía celebrar más de una ceremonia matrimonial sonada, ni siquiera lo hicisteis en el altar mayor, sino ante el altar de Nuestra Señora de Dona de la Antigua Iglesia Parroquial de la Encarnación. Imagen que se encontraba en la capilla denominado de San Francisco de Paula, desde hacía unos ochenta años la situaron, tras ocupar a lo largo de los siglos otra de la parroquia, hasta su pérdida en los años treinta.
Iglesia parroquial, se observa a la derecha la portada del norte y a la izquierda la capilla, situándose los invitados dejando a su izquierda el altar mayor |
Así, cuento que vuestra entrada en el templo fue por la portada norte, la que da a calle Alta Iglesia, para que de este modo fuese la comitiva matrimonial de frente hacia la referida capilla, lo que conseguisteis gracias a la excelente amistad que el republicano católico que era papá tenía con el buen cura y persona, culto, sensible y, por lo tanto, sencillo y humilde, que era don José Molinero, sacerdote que atendía nuestro siempre querido convento de San Diego, quien sabía la devoción que su buen amigo Inocente tenia a Nuestra Señora de Dona, aunque jamás quizá supo que esta devoción se debía muy particularmente a un sentimiento histórico.
Como recordarás, papá estaba embelesado con la leyenda e historia de esta imagen, su compendio de notas históricas “Anales de Alhama”, recogidas especialmente en lo que a esta imagen se refiere del histórico párroco de Alhama Federico Antonio Sánchez de Gálvez, en sus “Recuerdos Marianos ó Alhama y su Madre” (1864), comenzaba al referirse a esta imagen haciendo referencia a las calendas de septiembre del 740 en que moría un devoto penitente en la loma situada en lo que después se conocería, tras la conquista de la ciudad por los cristianos, de Enríquez, en honor de un tío del mismo Fernando el Católico, donde se decía que se había hallado la imagen de Dona, por el mismo, quien vagando por el lugar, precisamente, donde esperó el fuerte de las tropas el aviso para proceder a la conquista de la ciudad, penetró en una cueva donde encontró, guiado por un resplandor, la citada imagen, la que portaba en su mano derecha un pergamino que narraba los amores desdichados de un noble visigodo que fue enterrado en esta cueva.
Y por si esta leyenda fuese poco, se afirmaba que cuando entraron por primera vez Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, a la par en Alhama, probablemente por decisión de su admirada Isabel de Castilla -“astro precursor de la mañana en la gloria de hispanos resplandores”-, les precedía esta imagen, bajo la denominación de la Virgen de los Reyes. En fin, que el lugar y la advocación elegida para vuestro enlace matrimonial no fue por casualidad, como han venido afirmando mis amigos a los que les he contado y cuento todo esto.
Después, si les veo con ganas de saber más sobre esta peculiaridad de vuestra boda, les hablo de cómo se celebró ésta en la casa de los abuelos Juan Bautista e Inocencia, también de gratísimo recuerdo siendo el único abuelo que Félix Luis y yo conocimos, casa donde nacimos tus cuatro hijos y antes cuatro de tus hermanos. Ya que tío Bautista y tú nacisteis en la calle Salmerones, en la casa actual de mis apreciados amigos Antonio Guerrero Cortés y Mari Tere Olmos de Cara, singular y querida persona, como bien sabréis ya ahí, la que al cumplirse en 2010 los cien años de aquella Nochebuena de tu nacimiento, con la simpatía y grandeza de espíritu que le caracterizaba, tuvo la amabilidad de enseñarme la casa y la misma habitación donde naciste así como me mostro la cocina y el comedor donde a la par que tú llegabas a la vida se tenía preparada la cena más importante de todo el año.
Como recordarás, papá estaba embelesado con la leyenda e historia de esta imagen, su compendio de notas históricas “Anales de Alhama”, recogidas especialmente en lo que a esta imagen se refiere del histórico párroco de Alhama Federico Antonio Sánchez de Gálvez, en sus “Recuerdos Marianos ó Alhama y su Madre” (1864), comenzaba al referirse a esta imagen haciendo referencia a las calendas de septiembre del 740 en que moría un devoto penitente en la loma situada en lo que después se conocería, tras la conquista de la ciudad por los cristianos, de Enríquez, en honor de un tío del mismo Fernando el Católico, donde se decía que se había hallado la imagen de Dona, por el mismo, quien vagando por el lugar, precisamente, donde esperó el fuerte de las tropas el aviso para proceder a la conquista de la ciudad, penetró en una cueva donde encontró, guiado por un resplandor, la citada imagen, la que portaba en su mano derecha un pergamino que narraba los amores desdichados de un noble visigodo que fue enterrado en esta cueva.
Y por si esta leyenda fuese poco, se afirmaba que cuando entraron por primera vez Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, a la par en Alhama, probablemente por decisión de su admirada Isabel de Castilla -“astro precursor de la mañana en la gloria de hispanos resplandores”-, les precedía esta imagen, bajo la denominación de la Virgen de los Reyes. En fin, que el lugar y la advocación elegida para vuestro enlace matrimonial no fue por casualidad, como han venido afirmando mis amigos a los que les he contado y cuento todo esto.
Después, si les veo con ganas de saber más sobre esta peculiaridad de vuestra boda, les hablo de cómo se celebró ésta en la casa de los abuelos Juan Bautista e Inocencia, también de gratísimo recuerdo siendo el único abuelo que Félix Luis y yo conocimos, casa donde nacimos tus cuatro hijos y antes cuatro de tus hermanos. Ya que tío Bautista y tú nacisteis en la calle Salmerones, en la casa actual de mis apreciados amigos Antonio Guerrero Cortés y Mari Tere Olmos de Cara, singular y querida persona, como bien sabréis ya ahí, la que al cumplirse en 2010 los cien años de aquella Nochebuena de tu nacimiento, con la simpatía y grandeza de espíritu que le caracterizaba, tuvo la amabilidad de enseñarme la casa y la misma habitación donde naciste así como me mostro la cocina y el comedor donde a la par que tú llegabas a la vida se tenía preparada la cena más importante de todo el año.
María de las Mercedes Maldonado Velasco, tiempo posterior a la boda |
También les hablo de que en la casa de la calle Enciso, tíos Cristóbal y León, cada uno con su estilo, hermanaron puro cante “jondo” con el más delicioso “canto lirico”; de lo bien que se lo pasó el más pequeño de la familia, tito Paco, entonces un chaval de siete años, que tanto te quiso y tanto quisimos todos, y como, tras esto, disteis un baile en el cine, en su sala de espera, al que asistió hasta tito Bautista a pesar de no ser nada aficionado a estas fiestas. Tío León, magistral siempre, que había traído papá meses antes a que diese una conferencia-mitin en el Teatro Cervantes junto a él y otros oradores, dejando bien patente ambos hermanos las dotes oratoriales que tenían -como tantas veces me comentó Emilio Fernández Castro presente en aquél acto-, cantó desde “Los Aserraderos”, ya en la madrugada bien entrada, con la portentosa voz que tenía, un “Granada” que se convirtió acto seguido en una exaltación a “Alhama, la bella del romance” que emocionó a todos, como en tantas veces nos narró tita Inocencia, igualmente querida y de grato recuerdo.
Por último, como remate de mi satisfacción personal, les muestro la tarjeta de invitación que diseñó papá con aquel gusto exquisito y único que le distinguía, aclarando a todos que la boda no tuvo lugar el día 14, como se recoge en el texto de la misma, sino el jueves 21 de mayo de 1936, debido a que hasta ese día no llegaría a Alhama quien tenía que desempeñar la jefatura de la estafeta de Correos mientras vosotros estabais de viaje de novios.
Tarjeta de invitación a la boda |
Algunos, querida mamá, despistados, sin efectuar la más mínima reflexión, me preguntan que por qué en la invitación están sólo los nombres de tus padres y entonces he de decirles que “muy sencillo”, porque los de mi padre murieron cuando él tenía tan sólo catorce años y siendo el mayor de seis hermanos.
En fin, todo un orgullo esta fotografía tuya que tantas veces he comentado, siendo la primera cuando me lo pidió mi buen amigo Juan Cabezas para nuestra publicación mensual “Alhama Comarcal”, va a hacer ahora veinticinco años, y sobre la que escribo, simple y llanamente, porque así lo siento, que nadie espere otra explicación porque no la hay mejor. Además, tras más de medio siglo escribiendo de todo y de todos prácticamente con bastante asiduidad y, sobre todo, de Alhama, su comarca y de no pocas de sus gentes del pasado y del presente: ¿por qué me iba a privar de volver a enviarte una carta ahí, a la Eternidad, con recuerdos para todos los que quisimos y queremos y por medio de nuestro querido medio de “Alhama Comunicación” en el que también tantos hondos sentimientos he depositado y quedan para siempre desde hace muchos años?
Bien me enseñaste que los elevados sentimientos, cuando son de amor y cariño incondicional, no hay que titubear en manifestarlos, aunque sean personales. “Debe pregonarse, a los cuatro vientos, cuando se presenta la primera ocasión”, aunque pueda haber alguien que esto, para su desgracia, no lo entienda, por la sencilla y elemental razón de que no ha tenido jamás la dicha de sentirlo.
Besos de todos, incluidos nietos y bisnietos, que ya ves la suerte que hemos tenido y tenemos con ellos, recibe nuestro inmenso y eterno cariño, querida e inolvidable mamá.
Bien me enseñaste que los elevados sentimientos, cuando son de amor y cariño incondicional, no hay que titubear en manifestarlos, aunque sean personales. “Debe pregonarse, a los cuatro vientos, cuando se presenta la primera ocasión”, aunque pueda haber alguien que esto, para su desgracia, no lo entienda, por la sencilla y elemental razón de que no ha tenido jamás la dicha de sentirlo.
Besos de todos, incluidos nietos y bisnietos, que ya ves la suerte que hemos tenido y tenemos con ellos, recibe nuestro inmenso y eterno cariño, querida e inolvidable mamá.
Andrés.
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